José Arcadio Buendía: "conservaba su fuerza descomunal, que le permitía derribar un caballo agarrándolo por las orejas", "no supo en qué momento se le subió a las manos la fuerza juvenil con que derribaba un caballo", "necesitaron diez hombres para tumbarlo, catorce para amarrarlo, veinte para arrastrarlo hasta el castaño del patio".
Cuando José Arcadio Buendía manda a través de un mensajero su descubrimiento: "al cuidado de un mensajero que atravesó la sierra, se extravió en pantanos desmesurados, remontó ríos tormentosos y estuvo a punto de perecer bajo el azote de las fieras, la desesperación y la peste, antes de conseguir una ruta de enlace con las mulas del correo".
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